LAS PALABRAS
Las palabras no son inocentes y
tienen un enorme poder, muchas veces, se abusa de ellas para conseguir objetivos
poco éticos.
Si tomamos cualquier palabra y la
repetimos hasta el hartazgo. Seguramente vamos a descubrir que en un momento
determinado que ese significante se separa del significado y comienza a tomar
un camino con consistencia propia o vacío o la nada misma, es como si el
significado no coincidiera la palabra.
Según Hannah Arendt “La política
sólo es posible donde palabra y acto no se han separado, donde las palabras no
están vacías y los hechos no son brutales, donde las palabras no se emplean para
velar intenciones sino para descubrir realidades, y los actos no se usan para
violar y destruir sino para establecer relaciones y crear nuevas realidades”.
La palabra es una estructura que
tiene un significante y un significado. Es decir, sonido y concepto que son,
deben ser, indisolubles.
Conociendo mucho de estas
cuestiones, los partidos políticos buscan aquellas palabras que reflejen sus
valores y se adueñan de ellas para convertir la lucha política en una lucha de
lenguajes. De este modo la persuasión toma el camino fácil del engaño. Hay
otras formas de conquistar mentes y corazones. Si los hechos contradicen a las
palabras, estas terminan por ser rechazadas, o en el mejor de los casos
olvidadas.
Cuidemos las palabras “alegría” y
“felicidad”, y las frases como "Queremos lo mejor para la gente", tan
vapuleadas últimamente, así como su verdadero significado. No debemos vaciar de
contenido las palabras, ni permitir que lo hagan. Si lo hacemos, dejarán de ser
palabras para convertirse en ruido.
Ernesto Moya
Counselor - Psicólogo social